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sábado, 6 de septiembre de 2008

La seguridad de la esperanza

Estimados amigos:

Quiero dejarles un interesante articulo escrito por DAVID SOMMERVILLE

en un sitio cristiano muy interesante, de unos muy buenos amigos lamado :

COMPROMISO CRISITIANO.COM el cual los invito a visitarlo.

Nos veremos": las palabras de despedida de mi padre la última
vez que lo visité. Palabras comunes, pero que me sacudieron,
porque él y yo sabíamos que, debido a su enfermedad, no nos
veríamos más en esta vida.
Para mi padre fue normal hablar de la vida del más allá y obrar
casi como si ya la estuviera viviendo. Hablaba siempre con
entusiasmo, de lo que se esperaba encontrar en el cielo, y sobre
todo del encuentro que tendría con el Señor y con los grandes
personajes de la Biblia. Y sin embargo no hubo en él nada de lo
irreal ni de lo místico. Gozaba siempre de buena salud y era
sumamente activo, un nombre de múltiples intereses y proyectos.
Simplemente, aunque nunca había visto el cielo, lo tenía siempre
presente.

Su manera casi prosaica de hablar del más allá habrá
sido chocante para algunos. ¡A veces decía que si el Señor le
dejaba elegir su trabajo allí, quisiera ser -como docente de alma
que era- Inspector de Escuelas! La vida celestial era una
realidad, una esperanza que casi se había cumplido ya, pero que
al mismo tiempo nunca perdía toda la magnificencia, la majestad y
la riqueza poética con las cuales la Biblia la describe. Hubo en
su pensamiento una combinación perfecta de la prosa real de la
vida que satisface día a día, y de la poesía gloriosa de lo
inimaginable de lo que se espera.

Con el ejemplo de mi padre, quiero subrayar uno de los errores
fundamentales en nuestra manera de pensar acerca de la esperanza
del creyente: el error de dividir la vida en dos partes, la de
ahora y la del más allá, y hacer que la línea divisoria sea el
momento de la muerte. El Antiguo Testamento puede dejarnos en
duda, pero el Nuevo Testamento con su revelación más completa,
nos aclara el panorama. Cuando habla en Juan 5:24, de pasar de
muerte a vida, no se refiere al momento de la muerte física (la
que se describe como un "dormir",1 Co.15:20-51; 1 Te.4:13-14),
sino al momento cuando Cristo comienza a ejercer su señorío en
nuestra vida. Esta idea es totalmente contraria al pensamiento
humano.


Para la mente humana, vivimos y luego morimos; para la
mente divina, estamos muertos y luego vivimos. Y esta vida, la
vida eterna, la vida del Hijo de Dios en nosotros, la empezamos a
vivir en el momento de nuestra regeneración, la seguimos viviendo
cuando morimos físicamente (aunque Dios no nos ha dado detalles
de la vida sin cuerpo), y la seguiremos viviendo en el cuerpo
glorificado cuando nuestro Señor Jesucristo vuelva en su segunda
venida. En muchos sentidos, la vida que poseeremos por toda la
eternidad, la poseemos ahora, desde el momento de nuestra entrega
a Cristo. La Biblia habla de la salvación en tiempo pasado
(2 Ti.1:9), en tiempo presente (Fil.2:12) y tiempo futuro
(1 Pe.1:5). La salvación futura es una continuación, una
perfección de la salvación ya empezada, y en algún sentido
depende de lo que ha sido nuestra vida en la tierra (2 Co.5:10).
Desde el momento en que Dios nos imparte la vida de su Hijo por
el Espíritu, vivimos no solamente en el tiempo, sino también en
la eternidad.


Comenzamos a compartir la vida de Dios, y la
compartiremos para siempre. Ahora la vivimos imperfectamente, perocon un profundo deseo de poseer todo lo que significa; un día la
viviremos en toda su plenitud de la gloria soberana de Dios.
"Ahora vemos por espejo, oscuramente -dice Pablo a los Corintios más entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero
entonces conoceré como soy conocido".

¿Por qué vemos tan poco de esta esperanza en muchos creyentes?
¿Por qué hablamos de la felicidad de dejar esta vida y estar con
Cristo, y sin embargo hablamos como los demás acerca de la
muerte, y nuestra vida se desarrolla como si nunca pensáramos en
su venida? Hay la sensación de que muchos creyentes preferirían
no dejar el mundo demasiado pronto, porque tienen sus planes
hechos a largo plazo y no quieren que se interrumpan.

¿Por que no
decimos con la plena confianza de Pablo : "Más quisiéramos estar
ausentes del cuerpo y presentes al Señor"; y: "Porque para mí el
vivir es Cristo y el morir es ganancia" ? ¿Porqué no clamamos conlos primeros cristianos "Maran-ata" (El Señor viene) y "Amén, sí,
ven Señor Jesús"?

Para contestar, vuelvo al ejemplo de mi padre. Deseaba con todo
su corazón vivir la vida de Cristo, pensar los pensamientos de
Cristo, hablar las palabras de Cristo y hacer las obras de
Cristo. Quería vivir en este mundo la vida eterna. Quería que
todo su ser se imbuyera de la esperanza de estar con Cristo, y ya
se regocijaba en las primicias de esa esperanza.

Su esperanza para el futuro fue tan real y tan vívida que su vida
diaria estaba fundada sobre la primera etapa de esa esperanza.
Esperaba concientemente ser promovido a los lugares celestiales,
porque ya vivía en ellos.

"La certeza (y el gozo) de lo que se espera" es para quienes aquí
y ahora poseen la mente y el corazón de Cristo, para quienes
están acostumbrados a vivir la vida del cielo. Para ellos la
venida de Cristo será la realización total de lo que tanto tiempo
han vivido deseando. Entrar en las moradas celestiales será un
paso increíblemente emocionante, pero, a fin de cuentas, será un
paso normal.

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